Últimos días de mis padres. Mónica Lavín.


Soberbia. Escribir puede ser eso, sobre todo si no solo es para uno, como ahora finjo al compartir la intimidad de la muerte de mis padres. Temo al olvido y quiero por encima de la degradación vertiginosa de esos días de internamiento (la pérdida de voluntad, la indignidad del cuerpo, el número de habitación y el expediente en que se convirtieron, el pizarrón con los nombres cambiantes de las enfermeras de turno) devolverlos  de ese final donde los detalles se pierden. Ellos tan viajeros, tan gozosos del bienestar y el asombro, tuvieron como última estancia un cuarto de hospital durante dos semanas. Me duele escarbar en esos días del triste telón. Pero me pesa más la desmemoria, no saber quién fui yo mientras atestiguaba el descenso, mientras me confronté con mi hermana, mientras mis brazos dolían como si hubieran cargado a mi padre antes de morir, al tiempo que mis manos retuvieron el último apretón de las de mi madre.


*Un libro profundamente bello y doloroso. Quiénes somos y en quién nos convertimos en el duelo, ese renacer desde la ausencia nos descubre como un ser que se reescribe ante el dolor.

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