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La soledad es lo único que nos salva. En el camino
del tranvía, los árboles pasan a una velocidad impresionante; esta sensación
pastosa en la lengua es el infierno habitable de las dos de la tarde. Cien
miligramos para el orden del mundo, para el temblor del universo, tan parecido
a este silencio que se estrella contra el asfalto. Mi voz se encuentra en medio
de ninguna parte, aquí donde la ciudad nos penetra, nos salva, nos hunde.
(De Atajos para
llegar a nadie)
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