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La habitación es un campo de batalla, la añoranza comienza a ganar en cruzadas vespertinas. El sonido del ventilador no impide el paso del tiempo, queda atrapado en estas paredes, donde la nostalgia ha tejido sus redes en los rincones. Sólo hay posibilidades de que tu nombre escape bajo la puerta. Creo que estamos en buen camino: pronuncio tu nombre y acudes con todas tus letras al tablero de mi ouija. Tu voz embosca el devastado bosque de los domingos, cuando la barra programática de la tevé produce un lumínico presidio. Debo acentuar el punto final a la distancia, no conozco más atajo a la felicidad que tu cuerpo.

(De Atajos para llegar a nadie)


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