II


Por cada escalón se pronunciaba un nombre. Los años se fueron tras el primer minuto. La madrugada tocó la puerta, a lo lejos alguien me llamaba: Concepción.
 En esta casa habitó el deseo. No hubo tiempo para la sensatez. Ahí nació el juego de la infancia. La cordura era una cortina que nadie abría. Fue en ese lugar donde se construyeron mis sucesivas bodas con cada uno de sus divorcios.
(De Peldaños)

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